“Hay que negociar”. La frase se ha repetido una y otra vez en la sede del PSC en Barcelona en los últimos diez días. Jaume Collboni quería ser alcalde de Barcelona, aunque no había ganado las elecciones. El primer secretario del PSC, Salvador Illa, que ha logrado tejer alianzas en todo el territorio catalán con ERC y Junts per Catalunya, ofreció un mensaje de tranquilidad al partido: “Jaume negocia, a ver cómo acaba”. Pero todos los socialistas han remado en la misma dirección, con una complicidad, la del PP de Catalunya, que, pese a algunas dudas internas, quería arrogarse un papel, el de fuerza política útil, capaz de dejar en la estacada a un dirigente de Junts per Catalunya, Xavier Trias.
Jaume Collboni es alcalde de Barcelona desde la tarde de este sábado, cuando sólo una hora antes del inicio del pleno de investidura, a las cuatro de la tarde, quien tenía todos los números era Xavier Trias, que ya había cerrado un acuerdo con ERC, y, además, tanto JxCat como ERC ya tenían el aval de las militancias respectivas. El acuerdo para llevar a Collboni a la alcaldía, sin embargo, no podía llegar antes. El elemento que faltaba, después de conseguir la luz verde del PP, era el apoyo de los comunes, el partido de Ada Colau.
Los comunes, un partido-movimiento en el que conviven dirigentes con la cultura política del viejo PSUC y de ICV, --partidos de la izquierda comunista y postcomunista catalanes--- y activistas y miembros de asociaciones subvencionadas, tenía un grave problema: qué hacer con Ada Colau. Si se apartaba, los comunes se podían desintegrar. Y, de hecho, los más afines a lo que fue ICV ya se habían integrado en la lista de Yolanda Díaz, en Sumar, para salvarse del naufragio en Barcelona.
Collboni presionó con fuerza entre el miércoles y este mismo sábado. Fueron proclamas públicas y mensajes a los dirigentes de los comunes. El PSC había posibilitado que Ada Colau fuera alcaldesa en 2015 y en 2019, sin pedir, previamente, nada a cambio. De hecho, en 2019, con Colau derrotada en la noche electoral, el ex primer secretario del PSC, Miquel Iceta, impulsó una operación para que Manuel Valls apoyara a Colau y dejara en la estacada al republicano Ernest Maragall –veterano dirigente, en otros tiempos, de los socialistas catalanas—pese a que había ganado las elecciones. Y Colau desveló en el pleno de este sábado que Collboni le había ofrecido un pacto “secreto” para que los comunes pudieran participar en el gobierno municipal sin que lo supiera el PP. Es decir, en unos pocos meses.
LA APUESTA DE NUÑEZ FEIJÓO
El otro flanco estaba en Madrid. El presidente del PP nacional, Alberto Nuñez Feijóo, se había decantado por el candidato socialista, antes que por Xavier Trias. El PP sigue con especial atención a algunos periodistas como Arcadi Espada, que había escrito de forma contundente en El Mundo que el PP no podía aceptar que Trias, como dirigente de Junts per Catalunya –aunque escondiera las siglas en la campaña electoral—que dirige Carles Puigdemont desde Waterloo, tuviera las riendas de Barcelona, la segunda ciudad de España.
Esa idea caló, con la convicción, también, del presidente del PP de Catalunya, Alejandro Fernández, que tenía muy claro desde el inicio que Trias no podía ser alcalde, y, menos, después de atar un acuerdo con ERC, y tras la proclama del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, de formalizar un “frente independentista”, como coraza de lo que se intuye: un gobierno de España formado por el PP y Vox.
En el caso de Daniel Sirera, el alcaldable del PP por Barcelona, había algunas dudas, por una cuestión clara: el voto anti Colau lo había representado Xavier Trias en las pasadas elecciones municipales, con un enorme apoyo en determinados distritos y barrios donde el PP quiere captar también votos. El PP dudaba, porque esos mismos votantes podrían decantarse en las elecciones generales por Alberto Nuñez Feijóo. Sin embargo, se impuso la tesis de que no se puede repetir lo ocurrido en los últimos diez años, con un posible nuevo proceso independentista en ciernes, que hubiera tenido la plataforma de Barcelona. Además, ahora se entiende que esa posición puede tener premio.
ALCALDE EN SOLITARIO, POR AHORA
Los comunes han cedido, en todo caso, más allá de lo que hubiera tolerado el PP. Se plantan en la oposición, con la idea de que, más tarde, si se dan las circunstancias, se podría constituir en Barcelona un gobierno municipal “progresista” con el PSC y ERC. Los comunes nunca han querido desmarcarse de Esquerra Republicana. En el terreno nacional catalán defienden un posible referéndum para decidir varias opciones sobre el futuro de Catalunya. Tienen una frontera de voto clara con los republicanos, y por eso insisten en no dejarles en la estacada.
Collboni, ahora, con ese compromiso firmado en un documento, por parte de los comunes de que estarán en la oposición, se mantendrá como alcalde de Barcelona sin socios. Esperará a las elecciones generales del 23 de julio, y, tal vez, hasta después del verano para calibrar bien el nuevo escenario. En el horizonte permanece la idea de contar con los comunes, pero también con Xavier Trias –aunque puede que se vaya a casa, como dejó entrever en su discurso en el pleno del Ayuntamiento. Y, además, hay que negociar la Diputación de Barcelona, que en los últimos cuatro años ha funcionado con un acuerdo entre PSC y Junts per Catalunya.
Sabe Collboni que ahora toca remar para esas generales, con toda la maquinaria del PSC volcada en Pedro Sánchez, quien, a su vez, quería y necesitaba Barcelona como un triunfo –casi solitario-- de las elecciones municipales y autonómicas.
Barcelona, como segunda ciudad de España, tiene un alcalde socialista. Para el PP, como apuntan las fuentes consultadas del partido, no debe suponer un castigo. Al revés. Nuñez Feijóo lo puede presentar como una clara réplica frente a otros pactos, en concreto con los de Vox. Y se puede arrogar algo que no es menor: Barcelona no estará en manos de Junts per Catalunya, porque, pese a Xavier Trias, en su candidatura figuran estrechos colaboradores de Carles Puigdemont.
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