Barcelona fue emporio mundial del boxeo, con cinco campeones de Europa y un casi campeón del mundo. Era Josep Gironés, el crack de Gràcia, que tiene una placa dedicada en su casa natal. Murió en el exilio.
En aquella época de oro, el boxeo era el deporte rey y el más popular. Después, blandengues y petimetres (ahora se llamarían wokes) quisieron liquidarlo porque lo consideran violento.
Canta Raimon un poema de Salvador Espríu que dice: “Mai no hem pogut desesperar del vell vençut” (“Nunca hemos podido desesperar del viejo vencido”). Tres noticias frescas lo certifican.
La Fundación Foto Colectania homenajea a Ramón Masats (Caldes de Montbui, 1931 - Madrid, 2024) con la exposición Masats, el fotógrafo silencioso. Su obra maestra es el libro gráfico Neutral Corner, con textos de Ignacio Aldecoa (Lumen).
El bar Mundial de Barcelona reabre esta primavera en Ciutat Vella. Originario de 1925, lo decoraban decenas de fotografías de boxeadores. Fue punto de encuentro de los aficionados al noble deporte olímpico de combatir.
La doctora y profesora Núria Martínez Seguer sigue renovando la fotografía del boxeo como documento sociológico y obra de arte. Sus obras El silenci de la boxa y Soul round son joyas visuales. (Ed. Éphémère).
Martínez Seguer es quien más sabe sobre el boxeo desde 1878, cuando se empezó a practicar en Barcelona, hasta hoy. Al inicio fue cosa de señoritos, después actividad de gimnasios de barrio y finalmente deporte de masas.
Los púgiles barceloneses lograron que Barcelona atrajese a la flor y nata de periodistas gráficos y reporteros internacionales, especialmente de Estados Unidos. Y aquí boxearon los míticos Panamá Al Brown y Freddie Miller.
Cuando la Segunda República, el boxeo se consideró un deporte saludable para obtener una juventud fuerte y valiente. Otro motivo fue alejarles de las malas calles, la delincuencia, el juego y el alcoholismo.
Los ídolos de aquella juventud no eran futbolistas. Sino boxeadores y toreros. Por eso el franquismo fusiló y exilió a los púgiles catalanes. Pero los cuadriláteros continuaron en las plazas de toros y en el legendario Price de Barcelona.
La lista de campeones fue y es interminable: Uzcudun, Legrá, Galiana, Folledo, Castillejo, Urtain, Carrasco, Perico Fernández, Kiko Martínez, JF Rodríguez, Campillo, Sandor Martín, Poli Díaz… Con tres pioneras: Loli Muñoz, María Jesús Rosa, Míriam Gutiérrez…
Hubo feroces detractores, como el periodista “progresista” que devino empresario multimillonario. Ordenó que su diario no informase de boxeo, excepto si un púgil moría en el cuadrilátero o quedaba lisiado para siempre.
Lo importante es que el boxeo revive otra época dorada con gimnasios en cada barrio. Y con clubs y escuelas en L’Hospitalet, Badalona, Santa Coloma, Sant Just y otras ciudades del área metropolitana.
En estas veladas está Núria Martínez Seguer. Con su cámara y sus enfoques precisos, claroscuros, misteriosos, dramáticos, eróticos… Como su rincón con una esponja, una toalla y una palangana. Y con su compromiso social.
Masats, Martinez Seguer y otros maestros barceloneses de la fotografía deportiva captaron también la soledad del boxeador camino del ring. Acto seguido, griterío, golpes, sudor, dolor…
El boxeo es la entidad coral de una fraternidad, angustiante y angustiada hasta el KO. La que se reencontrará en veladas y en el bar Mundial. Aunque ni el local, ni la fraternidad ni los púgiles ya no sean los mismos.