Por qué Barcelona debe apostar por ser puerto base para cruceros
Centenares de barcos hacen escala cada año en la capital catalana. Aunque traen consigo a millones de turistas, el impacto económico no es tan positivo si se compara con los buques que embarcan o desembarcan en la ciudad
9 junio, 2024 23:30Hace unas semanas, Metrópoli fue testigo de cómo decenas de turistas desembarcaban de un crucero en el Port de Barcelona. Todos se dirigían con prisas a los buses y taxis que los esperaban. Solo tenían 6 horas para visitar la capital catalana. Llegaron a las 09:00 horas y zarparon sobre las 18:00 horas hacia otra ciudad a la que asediar. A la mañana siguiente, otro crucero hacía escala en Barcelona, y vuelta a empezar.
La capital catalana llegó a los 3,5 millones de cruceristas en 2023, una cifra que evidencia que la ciudad está alcanzando su límite de capacidad. De hecho, un 53% de los pasajeros destaca haberse encontrado demasiadas personas a la hora de disfrutar de los lugares visitados, según un estudio publicado por la Universitat Rovira i Virgili. La preocupación por el futuro del turismo de cruceros también se ha trasladado hasta el Ayuntamiento de Barcelona. El alcalde Jaume Collboni aseguró que no es suficiente con alejar las terminales de la ciudad, sino que hay que “limitar la llegada de cruceros, especialmente la de aquellos que sólo hacen escala y no la tienen como puerto base”.
Una apuesta económica
Pero ¿por qué Barcelona debe apostar por ser puerto base? La principal diferencia entre un puerto base y uno de escala es que los primeros son aquellos que parten o finalizan el trayecto en la ciudad, mientras que los de escala están destinados a que los buques amarren unas horas. Entre ambos, y en cuanto a impacto económico se refiere, hay una gran diferencia.
Todo depende del comportamiento de los cruceristas, que es distinto de si se trata de un crucerista de escala o de base. En un crucero que embarca o desembarca en la ciudad, los pasajeros suelen quedarse unos días más, un hecho que tiene un efecto secundario muy importante. “Como el puerto base es el punto de partida y de regreso de los turistas, estos se mueven en avión, por lo que requiere de conexiones aéreas, sobre todo desde Estados Unidos y Asia, dos países con mucha presencia en los cruceros por el Mediterráneo”, explica el profesor y miembro del Institut de Recerca d’Economia Aplicada de la Universitat de Barcelona, Javier Romani, a Metrópoli.
No solo favorecería el desarrollo del Aeropuerto de El Prat, también el tejido económico local. Ser un puerto base resulta rentable porque implica pernoctaciones, más gasto y un turismo menos intrusivo. Lo explica Romani: “Los cruceristas de escala tienen un tiempo limitado para visitar la ciudad, aunque no se debe menospreciar su aportación económica. No obstante, los turistas que embarcan o desembarcan en Barcelona espacian más sus visitas, se alojan en hoteles, se trasladan hacia el Aeropuerto –importante para los taxis— e incluso no solo visitan el casco urbano de la ciudad, sino que añaden excursiones más alejadas, que favorecen la descongestión del turismo”.
Algo con lo que ya contaba Collboni. El socialista quiere buscar un equilibrio entre actividad económica y turística, ya que el sector crucerístico es un agente importante en el desarrollo de Barcelona. La industria genera anualmente 1.083 millones de euros y aporta 562 millones directamente al PIB de Catalunya. Asimismo, en Barcelona y alrededores genera aproximadamente 9.000 puestos de trabajo, según datos del Port.
Requiere de una demanda adicional
Que Barcelona sea un puerto base también genera una demanda adicional. Se debe tener en cuenta que el mantenimiento de los cruceros tiene un valor añadido. “En un puerto base, los barcos necesitan aprovisionamiento, ya sea desde empresas de reparación náutica como de alimentación”, explica Romani a este digital. Además del impacto económico de los turistas, toda la actividad que envuelve el cuidado de un barco tiene un tirón importante. “Ser un puerto base es una ventaja”, subraya el economista.
Para su presidente, Lluís Salvadó, además de potenciar el puerto base, uno de los objetivos es apostar por un crucero más pequeño, con terminales premium. De hecho, ya van hacia ese camino con las nuevas terminales que entrarán en funcionamiento, la F –de MSC– y la G –de Royal Caribbean–, según confirman fuentes de la infraestructura barcelonesa a este medio.
Sobre cómo se debe implantar este cambio, Romani señala que es responsabilidad de las navieras y del Port llegar a un acuerdo. Por su parte, desde la infraestructura no quieren dar detalles, aunque aseguran que están en un proceso de reflexión con algunas terminales. Por ahora, el único paso adelante para mejorar el turismo de cruceros es la voluntad del Ayuntamiento y del Port de negociar el convenio firmado en 2018 para añadir un 'tope' a la llegada de barcos a Barcelona.