Las ciudades se ven en la tesitura de adaptarse a los nuevos tiempos. Lo defiendan o no, con más o menos pasión, lo cierto es que las demandas sociales llevarán a cambios sustanciales en el urbanismo.

El cambio climático es un factor clave, sí, porque los centros de las grandes urbes deberán paliar un aumento de las temperaturas. Y también se reclamará –ya sucede ahora—una reducción del tráfico de vehículos.

Es un fenómeno que experimentan todas las grandes ciudades del mundo. Barcelona lo ha asumido, pero ha habido una enorme confusión en los últimos años. El anterior gobierno municipal apostó por los llamados ejes verdes, pero se implementaron de forma improvisada y sin el necesario consenso entre las principales fuerzas políticas, entidades sociales, arquitectos y urbanistas.

El caso más relevante es el de Consell de Cent. La determinación de la ex alcaldesa Ada Colau fue clave para que se pudiera implementar. Los socialistas estaban a favor de esos ejes verdes, pero dudaban en el cómo, en la manera de construirlos.

El hecho es que el eje de Consell de Cent ha acabado gustando. Una calle peatonal, con árboles y vegetación, con terrazas para bares y restaurantes, invita al paseo y a la admiración por una ciudad cómoda y atractiva. Es un paseo por buena parte del Eixample, desde la Dreta del Eixample hasta la Nova Esquerra del Eixample.

Pero lo más complicado de todo, como en cualquier inversión, es el mantenimiento. Ese eje verde está siendo ocupado por vehículos, por los servicios de carga y descarga, por comerciantes. Hay camiones pequeños y de tamaño medio, furgonetas y coches, que circulan por un pavimento pensado para el paseo.

Las consecuencias ya están apareciendo. Bancos que no se reponen, manchas en el suelo y desperfectos en el mobiliario urbano.

El alcalde Jaume Collboni ha suavizado algunas de las medidas más severas del urbanismo que implantó Colau. Metrópoli ha informado sobre ello. Poco a poco, con decisiones quirúrgicas, se han paliado medidas a partir de las demandas de transportistas y comerciantes.

La cuestión es que esa apuesta por los ejes verdes –estuviera más o menos convencido el PSC con el urbanismo táctico de Colau—debe ahora tener su continuidad. Si Consell de Cent estaba pensado como un paseo agradable –con la consecuencia negativa para el tráfico en calles adyacentes como València o Mallorca—debe seguir siéndolo ahora.

Si Consell de Cent iba a ser restrictivo para el tráfico rodado, lo que no puede ser es que en la práctica acabe siendo una calle repleta de vehículos durante buena parte del día. Si se pensaba que se podía caminar con cierta tranquilidad, no puede ser que se esté pendiente de todo tipo de vehículos eléctricos que circulan sinuosos por detrás.

El urbanismo improvisado puede acabar mal, y eso lo debe tener en cuenta el Ayuntamiento para revisar lo que sea necesario. Metrópoli lo ha comprobado.